"...y ahora, una pequeña pausa para la contrapublicidad..."

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la publicidad... te miente


"Es indispensable saber disfrazar bien las cosas y ser maestro en fingimiento, pues los hombres son cándidos y tan sumisos a las necesidades del momento que, quien engañe, encontrará siempre quien se deje engañar."

-Nicolo Maquiavelo (1469-1527)

 

Esto ya lo sabes, porque no te chupas el dedo. La publicidad exagera, distorsiona, disimula, esconde y miente. A veces te ofrece medias verdades, o incluso tres cuartos de la verdad, pero otras veces te da gato por liebre. Y sin embargo, aunque sepas que te miente, la repetición continua de los eslogans consigue convencerte un poquito, o incluso del todo, de que blanco es negro, y de que la luna es el sol.

La repetición de la mentira la convierte en verdad
¿Por qué nos creemos las mentiras de la publicidad? Una razón muy sencilla es simplemente porque nos lavan el cerebro con la repetición continua de la misma idea una y otra vez, día tras día, año tras año, desde la infancia hasta el entierro. Ya lo decía Goebbels, el Ministro de Propaganda de Adolf Hitler: "Si una mentira se repite las suficientes veces, acaba convirtiéndose en la verdad".

Queremos creer
Pero esto no es todo. La realidad es que QUEREMOS creerles. Queremos creerles porque con mucha astucia y sutileza se aprovechan de nuestros temores y de nuestros deseos más profundos. La publicidad nos muestra gente feliz, bella, sin complejos, que resuelve sus problemas gracias al producto que nos venden. Qué fácil parece todo. Nosotr@s también queremos ser así. Queremos creer que con ese automóvil tan aerodinámico y potente volaremos felices por los acantilados de Escocia (en vez de quedarnos atrapados en el tráfico como todas las mañanas). Queremos creer que con esta crema al aguacate egipcio seremos tan atractivas como la modelo de la foto (en vez de quedarnos con las arrugas de siempre). Queremos creer que con este nuevo plan de pensiones estaremos tranquil@s y despreocupad@s por nuestro futuro. Sabemos que nada de esto es cierto, pero una especie de ilusión irracional de que SI puede ser cierto nos anima a probarlo. A comprarlo.

La trola más gorda
La mayor falacia que subyace a todas las mentiras de la propaganda comercial es la vieja trola de que las cosas externas, las cosas materiales, lo que el dinero puede comprar, trae la felicidad. Esto ya no merece debatirse, porque está científicamente demostrado que no es así. La psicología positiva, la rama de la psicología que se ocupa de la felicidad y las emociones positivas, ha probado que el dinero no puede comprar la felicidad, e incluso que la gente más materialista tiende a ser menos feliz. La felicidad depende, aparte de los factores genéticos, del desarrollo interior, personal, emocional y espiritual, de la persona. Pero nos cuesta creerlo, porque en la perfumería de la esquina nos ofrecen la felicidad embotellada por 39,99 euros.

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