La libertad que no está sujeta a nada es ficticia, retórica. Para ejercer plenamente nuestra libertad necesitamos unos valores propios, conocimiento de causa, posibilidad de elección, voluntad de acción, previsión de consecuencias y responsabilización de nuestros actos.
La libertad individual es la piedra maestra con la que se construyen todos los derechos y libertades mediante los cuales se articulan las sociedades. De ahí que sea importante para toda sociedad el tener una idea común de libertad individual.
A nivel de lenguaje parece que lo lógico es que la libertad no tiene condicionante ni limitación alguna: si se sujeta a la libertad ésta ya no es libre. Sin embargo, un análisis más profundo nos lleva a entender que precisamente para que la libertad sea plena necesita estar ligada a ciertos condicionantes:
- Ética: el individuo que pretende ejercer su libertad debe tener unos valores éticos asumidos. Éstos le dan un referente en su contexto social, en su relación con los demás. El ejercicio de nuestra libertad no condiciona los derechos y libertades de nuestro entorno social y en la Naturaleza. Quien ejerciendo su libertad falta a sus propios principios éticos y, por consiguiente, afecta a los derechos y libertades de su entorno, posiblemente acabará obteniendo la resistencia de su entorno y la limitación de sus libertades.
- Autodeterminación: es decir la propia voluntad de acción. No puede ejercerse la libertad cuando no se tiene voluntad propia. La autodeterminación está a su vez compuesta de varios factores:
- Responsabilización de nuestros actos: última pieza clave en el ejercicio de la libertad. Si eludimos nuestras propias responsabilidades perjudicando a otros, no podemos esperar que esos otros respeten nuestros derechos y libertades. La baraja se rompe, impera la ley del más fuerte y todas las libertades quedan en entredicho. La impunidad de los poderosos, los fuertes, es la peor estrategia de control social que la Humanidad ha creado.