"El gobierno de todos" es un gobierno descentralizado
Para que un gobierno sea realmente democrático y participativo sus poderes y su administración deben estar descentralizados, tanto en lo geográfico como en lo operativo. De lo contrario nos quedamos en las buenas intenciones o la simple retórica.
Ampliación
No se puede hablar de democracia en un escenario de concentración de poderes. Además de la división clara y orgánica de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial, es imprescindible una descentralización de la administración estatal y de los poderes territoriales y locales.
Sí se puede hablar de democracia en un espacio en el que cada ciudadano tenga la posibilidad de interactuar de manera directa con las diferentes instancias públicas, gracias no sólo a su cercanía geográfica, sino a la existencia de mecanismos e instrumentos, organizativos y tecnológicos, para brindar información y canalizar ideas e inquietudes (ventanillas, líneas telefónicas de asistencia, portales en internet, entre otros).
Descentralización no sólo quiere decir entonces que las responsabilidades se reparten entre diversas administraciones, sino que las administraciones se reparten también y están más próximas a más gente.
Lo anterior exige de parte de los gobiernos un incremento en los esfuerzos de coordinación entre niveles (nacional – regional – local) así como una mejor orientación de los recursos, pero el costo será siempre menor al riesgo que conlleva el excesivo centralismo.
Una democracia en la que mucho poder recae en pocas manos es una democracia débil con un alto riesgo de caer en el paternalismo, el dirigentismo, el presidencialismo, el autoritarismo y otras formas de poder supuestamente para el pueblo pero sin el pueblo.
Una democracia en la que el poder está gestionado por equipos cualificados sin intereses personalistas ni líderes, guías ni gurús, es una democracia que ha formado el embrión básico para su sostenibilidad y su éxito como sistema de gobierno participativo.
Evitar personalismos no equivale a olvidarnos de que tanto funcionarios como ciudadanos son personas, que pueden acertar y errar. Es necesario que unos y otros se alejen de posiciones extremas de "expertos" que desdeñan la opinión de la gente común; o de "críticos" que sólo tienen quejas y nunca aportes.
Este es un asunto complejo, pero en el cual sólo se podrá profundizar dando el primer paso.