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Propuestas
Ampliado:
Cuéntame la verdad
Las
guerras son explicadas a la ciudadanía con discursos infantiles
con más resonancias a películas de Hollywood y competiciones
deportivas que a razonamientos sobre las causas y consecuencias
de algo tan complejo como una guerra.
Detrás
de todo conflicto armado hay una inversión realizada por
los estados o grupos en contienda. Una inversión de dinero,
esfuerzos, destrucción y muerte que busca la rentabilidad
en la victoria y en la adquisición de poder que toda victoria
comporta.
Valores
como la ideología, la nacionalidad, la raza, el territorio,
la religión, etc, pueden ser causas de guerras. Pero a nadie
se le escapa que aquellas guerras promovidas o participadas por
las potencias occidentales no están impulsadas fundamentalmente
por ninguno de los factores mencionados.
La
visión de guerra afrontada con una perspectiva de inversiones
y beneficios es aún más acusada en aquellos conflictos
promovidos o participados por los gobiernos de Estados Unidos, cuyas
ideologías han coincidido en tener al capital y el comercio
como ejes centrales de toda su estrategia.
Es
decir, es más que improbable que un gobierno nutrido de economistas
y profesionales de las finanzas con implicaciones directas con poderosas
corporaciones con intereses globales inicie o se meta en una guerra
sin unas previsiones económicas sobre el impacto de la guerra
y los beneficios que acarrearía su victoria a corto, medio
y largo plazo.
A
estas alturas ya no queda duda alguna sobre la farsa que representaron
los políticos del bloque aliado con sus discursos sobre justicia,
humanitarismo y libertad que les llevaron a salir en defensa de
Kuwait en la guerra del Golfo. El móvil de esa guerra fue
claramente económico. Hay más ejemplos.
Cada
día que pasa se va evidenciando que tras la humareda de las
torres gemelas y tras esa lucha internacional contra el diablo y
el terrorismo hay una operación de control económico,
político y geoestratégico de regiones con vastos recursos
naturales, carburantes, rutas comerciales, mercados, etc.
Y
es más.
Cada
día que pasa se va evidenciando cómo el resultado
final para los territorios en conflicto no difiere mucho del resultado
final al que llegan aquellos países que sufren cracks en
su economía. Sufran un conflicto armado o bursátil,
al final de cuentas sufren una pérdida en su soberanía,
en su capacidad de autogestión y de decisión de su
futuro. Y los gobiernos que acuden en su socorro (en forma de ayudas
y préstamos nada desinteresados) son más o menos los
mismos, con programas de 'desarrollo' más o menos similares
auspiciados por organizaciones internacionales controladas por más
o menos los mismos gobiernos que controlan la OTAN.
Como
ciudadanos no es sencillo que evitemos estas operaciones, que depasan
incluso los ámbitos de acción de nuestros gobiernos.
Sí podemos reclamar a nuestros representantes discursos maduros
e inteligentes que contemplen esas implicaciones económicas
y políticas en vez de cuentos infantiles con buenos muy buenos
y malos muy malos.
También
podemos tomar conciencia que esos recursos energéticos, esas
materias primas, esos flujos de mercados que propician el estallido
de conflictos están destinados a nutrir nuestras sociedades
consumistas y nuestro nivel de vida. Un detalle que no es banal.
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